En el mundo de la enología, aunque también en las conversaciones informales entre aficionados al vino, existe un tema de debate muy habitual. Las discusiones en torno a las diferencias entre los vinos franceses y los españoles generan encendidos diálogos y en más de una oportunidad los participantes suelen no llegar a un acuerdo.
Es que existen numerosos elementos a considerar en el momento de distinguir entre los productos de estos dos países, reconocidos ambos por la excelencia de sus viñas, y la comparación entre ellos se torna más que compleja.
Vinos de Francia
Una idea considerada fundamental y compartida por la mayoría de los entendidos es que en Francia se valora, desde mucho tiempo atrás, la calidad del terroir. Las clasificaciones según los distintos pagos, que comenzaron a establecerse a mediados del siglo XIX, mantienen en la actualidad su vigencia, asegurando que las uvas con las que se elabora un determinado vino provengan específicamente de esa zona. El conocimiento absoluto de las cepas de una finca en particular ha sido históricamente transmitido de una generación a otra, logrando de este modo una gran experiencia que se refleja en sus bebidas. En España, por el contrario, se legisla el tiempo de crianza, por lo que sobre el concepto de viñedo se privilegia el de elaboración.
Vinos de España
Es innegable la fama y buen nombre de los que gozan los vinos franceses, así como los valores seguros que ofrecen. Sin embargo, no es menos cierto que sus altos precios no justifican inclinarse necesariamente por ellos en desmedro de los mejores vinos españoles que nada tienen que envidiarles. Sabemos que España es uno de los grandes productores a nivel mundial y que si bien sus vinos originales son de costos bastante asequibles, la evolución experimentada en su calidad es evidente. El sector vitivinícola es de suma importancia económica y ocupacional y se encuentra transitando un notorio proceso de renovación, coexistiendo las principales empresas con las pequeñas bodegas.
No obstante el dinamismo y la buena dirección que lleva la industria en los últimos años, no disfruta aún del merecido prestigio internacional. La situación obedece a varios factores, entre los que se cuenta la ausencia de acuerdos de las denominaciones de origen para lograr la promoción e inserción del vino español en los mercados globales. Resulta muy positiva la multiplicidad de regiones y varietales, aunque es de lamentar que la fragmentación imperante actúe en perjuicio del desarrollo de su vinicultura.
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