A veces escuchamos que una botella de vino es diferente a otra de la misma marca y de la misma cosecha, ¿Magia? ¿Mal hacer del Bodeguero? ¿El vino tiene vida propia? Vamos a repasar en este artículo los diferentes factores que obran para que esto pase, todo influye, el corcho, el bodeguero, la vida del vino etc… Son muchas las cosas que tienes que tener en cuenta cuando abres una botella de un vino que ya habías probado anteriormente.
Hoy hablaremos de la crianza en botella, en el próximo post os hablaremos de otros muchos factores que también influyen.
Siempre hemos visto en muchas marcas una gráfica (con la forma de la serpiente del principito) que indica el consumo óptimo de esa botella en particular. Cuando el vino sale de la barrica lo encontramos duro, complejo, no es fácil percibir todos los aromas que encierra y no resulta fácil de beber. Ni que decir tiene que resulta un placer especial cuando puedes beber desde la barrica, cuando el enólogo introduce la pipeta y llena la copa, son sorbos mágicos, es como comer una fruta cogida del árbol.
No obstante, las denominaciones de origen establecen un tiempo de estancia en botella tras la crianza en barrica, el motivo es que el vino necesita ir redondeándose, ir suavizándose, los sabores y los aromas van formando un conjunto. Se trata de la crianza en botella. Poco a poco va redondeando, si tiene el suficiente cuerpo, la suficiente estructura y tanicidad esta crianza la podrás convertir en guarda a lo largo de los años. Este tema nos podría dar para varios capítulos más, hoy no profundizaremos en ello.
Por lo tanto, dos botellas iguales (misma marca y añada) abiertas en diferentes momentos no tienen el porqué ser iguales, no han criado el mismo tiempo en botella. Esto se hace más perceptible en los vinos de corta crianza, la diferencia la puedes observar como es abismal entre un vino recién salido al mercado en comparación con otro de la misma marca, pero de la añada anterior y con 12 meses más de crianza en botella.
Un efecto también de la estancia en botella ocurre con los vinos jóvenes. En función de la variedad, las hay más fugaces (Verdil), las hay tremendamente longevas (Mencía) y las hay más oxidativas (Monastrell). Un vino de la variedad Verdil luce muy bien al principio de la añada (Noviembre a Enero), a partir de ahí la frutosidad va decayendo, se convierte en un vino de menor raza y vivacidad. La variedad Mencía (por ejemplo Cepas viejas de Dominio de Tares ) está en el extremo opuesto, se mantiene mucho mejor en botella. Otras variedades, señalábamos la Monastrell , pero nos sirve la también mediterránea Moscatel, van evolucionando, van cambiando con el tiempo, van madurando. Siempre hay que fijarse en el saber de la experiencia, a la hora de elegir una Mistela, antiguamente se ponía en valor el color del producto, debía ser dorada. El motivo es que ya había “madurado” en botella, la mistela fresca del año es más cristalina, se buscaba pues la mistela con uno o dos años en botella.
Vemos pues como el vino va cambiando a lo largo de su vida dentro de la botella, hoy pruebas un vino, y mañana sabes que te puedes encontrar con algo diferente.